"Primeramente, quiero agradecer a dios por un carnaval más. También a Nilo y a mi director Nilson, gracias de corazón", escribe en sus redes sociales uno de los componentes más jóvenes de la bateria de samba de Portela, justo antes de poner un pie en el Sambódromo. A sus catorce años, es la segunda vez que desfila en Carnaval y como las decenas de músicos que lo acompañan, está orgulloso de que sea en Portela, una de las principales y más veteranas escuelas de samba, veintidós veces campeona y a punto de cumplir los cien años, en 2023.

Es casi medianoche y los fuegos artificiales dan el pistoletazo de salida. Estamos al lado de la famosa curva, quizá el punto más de arrepiar -poner los pelos de punta- del desfile. Una curva de noventa grados en la que las enormes carrozas tienen que dar un giro perfecto para entrar con buen pie en La Avenida y que no le resten puntos a la escuela. Una grúa altísima sube a los destaques de las carrozas, esas personas que van en sus puntos más altos, a unos veinte metros sobre el suelo, para que se las vea bien. Por eso se llaman destaques. 

La concentração -concentración- es, como también indica su nombre, el lugar donde se concentran las decenas de carrozas y los miles de componentes de las escuelas, justo antes de cruzar los 550 metros del Sambódromo. Y los llenan. Así que cada una de las doce escuelas principales necesita centenas de metros de calle para extender todo lo que tienen preparado para el gran desfile que llevan organizando casi un año. Se corta al tráfico parte de la amplia avenida perpendicular al Sambódromo hacia ambos lados para que esperen a la vez dos escuelas. La que desfila y la siguiente. Todo va al milímetro, o al minuto, más bien, porque deben acabar su presentación a tiempo. Las miles de personas de todas las edades que esperan en la concentración durante horas tienen una mezcla de ilusión, alegría, nervios, cansancio, sudor y sobre todo, muchas ganas. 

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